Por Diego Díaz Martín, Presidente de VITALIS

El desarrollo de nuevas tecnologías en favor de la conservación ambiental ha sido siempre una preocupación del sector privado, particularmente de aquellas organizaciones relacionadas con el aprovechamiento de los recursos naturales y el ambiente.

Diversos han sido los intentos por lograr un uso más racional y económico de los bienes y servicios de la naturaleza, en particular del agua y la energía.

Para satisfacer nuestras necesidades, los seres humanos hemos intervenido ríos, montañas, suelos, lagos, mares y demás ambientes naturales, con la misión de explorar nuevos beneficios económicos que con la menor inversión y mantenimiento posible, produzcan los mayores rendimientos y el menor impacto ambiental posible.

Es así como surgen las tecnologías suaves, también llamadas blandas, que buscan armonizar la conservación con el desarrollo, y están ecológicamente adaptadas a las condiciones del medio donde son aplicadas, con un uso racional de la energía y un manejo ambientalmente responsable de los residuos y materiales que se generan durante su desempeño.

En algunos países, principalmente industrializados, también son reconocidas las tecnologías de capital intensivo, aquellas basadas en métodos de avanzada que presentan una alta relación entre equipo y labor, para cumplir determinados trabajos. Un ejemplo de ello lo constituyen los tractores de alto rendimiento, basados en sistemas amigables con la protección ambiental, si los comparamos con los sistemas de arado tradicional, algunos de los cuales son altamente destructivos.

Recientemente, también se ha hablado mucho de la “tecnología materna”. Ella engloba los comportamientos y formas de vida de la mujer, especialmente en las zonas rurales, en las cuales desempeña funciones claves para el núcleo familiar, que incluye la realización de tejidos, cultivos, preparación de alimentos, crianza de los niños y en general, administración del hogar. Su relación con los índices de mortalidad infantil, y los métodos utilizados para el aprovechamiento de los bienes y servicios ambientales disponibles en su comunidad, han venido destacándole cada vez más como un elemento clave del desarrollo sostenible en el campo.

Pero así como existen tecnologías amigables con el ambiente, destacan algunas ecológicamente peligrosas, con elevados consumos de energía y alta generación de contaminantes. Conocidas como tecnologías duras o fuertes, suelen ser altamente destructivas de especies y recursos, con una economía orientada hacia el crecimiento sostenido de la producción y el consumo, sin tomar en cuenta las limitaciones de los ecosistemas naturales, y su capacidad para autoregularse.

En función de nuestras necesidades de desarrollo, y tomando en cuenta nuestras posibilidades reales para lograr un crecimiento sostenible, sin detrimento de nuestros recursos naturales, en Venezuela debemos promover tecnologías basadas en el mejor aprovechamiento posible de las bondades que nos brinda la naturaleza, utilizando materias primas locales, impulsando el reciclaje de los residuos de los procesos de producción, estimulando un uso racional de la energía y acrecentando el valor del conocimiento como una herramienta clave y estratégica para la gestión del desarrollo.

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